El Botox es la toxina botulínica que desde hace 50 años viene utilizándose para tratar desordenes neurológicos como espasmos, tics y cefaleas tipo migraña pero en la última década se popularizo como complemento de las técnicas de rejuvenecimiento facial.
El Botox se utiliza cosméticamente para bloquear los músculos causantes de las arrugas de la frente, el entrecejo y del contorno de los ojos “pata de gallina” especialmente. Además ayuda a disminuir la apariencia de “cuerdas” del cuello.
Su aplicación es sencilla pero meticulosa y debe ser bien dosificado para obtener los mejores resultados, por lo que su uso debe estar en manos de un especialista.
Una vez aplicada la toxina botulínica, el producto comienza a actuar y después de 24 horas ya se ha establecido el bloqueo muscular, dando una apariencia más suave a la piel al evitar la acción de los músculos superficiales de la mímica. Este bloqueo se mantiene durante 4 meses y decae hasta los 6 meses, siendo requeridas nuevas aplicaciones cada 6 meses.
RIESGOS CON LA TOXINA BOTULÍNICA
La toxina botulínica debe aplicarse superficialmente en cantidades mínimas, utilizando una aguja fina Nº 30. La aplicación de cantidades mayores puede provocar disminución de la movilidad palpebral, alteración de la pupila, estrabismo y la conocida cara de “mascara” por la perdida completa de la mímica facial. Estos trastornos son transitorios pero pueden demorar meses en recuperar la normalidad.